¡Más madera!

lunes, 31 de enero de 2011

TORTURA SÍ, CULTURA NO

Me voy a meter en un buen charco, lo se, pero me apetece.
Sería imposible contar las veces que este tema ha salido en una conversación, sea con músicos, periodistas, responsables de salas, promotores… y todo el mundo es de la misma opinión, por lo que me siento respaldado.
Hace algunos años, quizá ya una década, entró en vigor en varias comunidades españolas la ley por la cual los menores de edad tienen prohibida la entrada a los conciertos, una ley que en principio se sustentaba sobre la base de que en dichos lugares se vende alcohol.
Creo que muchos no vimos el problema al principio, pero fue hace alrededor de cinco años cuando vi la injusticia e incluso la crueldad de esta ley: estaba esperando en la puerta de La Cubierta (Leganés) para entrar al concierto que Deep Purple iba a ofrecer aquella noche. Una discusión llamó mi atención, un hombre de unos cuarenta años con su hijo de unos doce en una mano y dos entradas en la otra iba alzando la voz al mismo tiempo que se incrementaba su indignación al ver que sería imposible poder acceder con su hijo al recinto. Los menores tienen prohibida la entrada, no había nada que hacer. Ahí se me encendió la chispa, ¿cómo es posible que un niño de doce años acompañado por su padre no pueda tener acceso a un evento de la talla cultural del que íbamos a ver? No es que el chaval fuera con su primo de dieciocho, o que se tratara de un grupo de críos buscando una excusa para beber, no, el chico iba con su padre, seguramente a tener una de sus primeras experiencias de música en directo con un grupo que llevaría oyendo desde que dio sus primeros pasos. Os podéis imaginar las caras de decepción del chico y de impotencia del padre.
Si vamos a casos menos extremos, en una sala más pequeña y con chicos o chicas de dieciséis o diecisiete años, ¿qué peligro corren en un concierto? No es por nada, pero a partir de los quince un chaval te pega una torta y te vuelve la cara a la espalda. Que no pueden beber alcohol, estoy de acuerdo, que les pidan la identificación en la barra. Tampoco el humo de la risa es ya un problema, ya no se puede fumar en ningún sitio.
Lujuria dando ejemplo. ¡No nos podrán parar!
Parte del problema está en pensar que toda la “chavalería” es igual. El chaval que está pensando en asistir a un concierto no piensa más que en ir a disfrutar de la música, del ambiente, de ver a sus ídolos sobre un escenario, porque para emborracharse saben que tienen mil y una maneras de tener acceso al alcohol y esta ley a lo que les invita es a comprarse unas litronas en cualquier sitio y marcharse a un parque a escuchar su música.
Los que asistimos a varios conciertos al año lo vemos, las primeras filas no son lo que eran. Ahí es donde estos adolescentes lo daban todo, animaban más si cabe el ambiente, son los que más pasión sienten por el espectáculo, por su música, los que mantienen y hacen crecer cualquier movimiento musical. Eso los músicos lo han notado, tanto en la afluencia de público a los conciertos como en el calor que en estos se vive.

Pero el rock se sigue viendo como una lacra. No son pocos los que siguen creyendo que un concierto de rock es lo más parecido a un akelarre, a una orgía de drogas, sexo y alcohol… pues bien, eso es precisamente lo único que les queda a los menores fuera de los conciertos: sexo, drogas y alcohol.
La paradoja en lo que a la PRESUNTA protección del menor se refiere llega en dos momentos muy destacados: uno, los conciertos de ídolos pop exclusivamente destinados a adolescentes. Esos en los que vemos por la tele avalanchas de fans histéricos, llorando y berreando, ahí no hay problema mientras vayan acompañados de un adulto. Qué mal le va a hacer a una chiquilla o a un chiquillo de catorce años escuchar letras que hablan de lo bonito que es ser virgen, de amores imposibles… o ver contonearse a Miley Cirus (impagables las caras de niños y padres en el pasado Rock In Río cuando la vieron aparecer). Sí, es lo mejor para sus mentes.
Un concierto de rock ¿qué esperabas?
El otro caso que duele solo de pensarlo son los toros. Ahí sí, con su padre de la mano, puro en boca, para dentro. Qué bonito es que los críos aprendan la cultura de su país, ver cómo mil personas jalean a unos hombres que van clavando hierros al cuerpo de un animal, haciéndole sangrar, bramar de dolor, y asestarle cuantas estocadas sean suficientes hasta que muera… eso sí que es bueno para un niño.
El asunto de la prohibición o no de las corridas de toros ya lo tocaré en otra ocasión, aunque creo que ha quedado clara mi postura, si el porcentaje de toreros y toros muertos fuera más equitativo quizá lo viese de otra manera.
En definitiva, el rock es cultura y prohibir el acceso a ella debería ser un delito. Llegamos aquí a la ideología política de los gobernantes de las comunidades que prohíben el acceso a los menores a la cultura, un punto determinante, porque para ellos un concierto de rock, además de un akelarre, es algo parecido a un mitin en el que no se promulgan precisamente sus mismas ideas. Pues bien, el rock, aunque en España sea destacadamente de izquierdas, es libertad, por encima de todo, de pensamiento, de religión… vamos, lo que viene marcado que debería ser este estado en la Constitución.
Lo único que han conseguido es que seamos muchos los que luchemos por el derecho de los menores (y el de sus padres) a educarse culturalmente como prefieran.
Hace poco leí a Oscar Sancho (Lujuria) que se había unido a una asociación de seguidores del metal (Pounding Metal Union) y lo primero que ha hecho es proponer la creación de un comando “junior”, es una de sus luchas a la que me uno, como la de la igualdad sexual, o la hermandad de los pueblos latinos. Eso también es rock.
Centro de tortura transformado en centro de cultura
Poco a poco los centros de tortura pasan a ser centros de cultura y cada vez que vaya a un concierto a Las Ventas (la que me pilla más cerca) brindaré por los menores que se hayan quedado fuera, por los que hayan conseguido colarse y por las muertes injustificadas de esos animales a los que sus asesinos dicen amar. Si el toro se extinguiría de no haber “fiesta nacional” tendríamos que preguntárselo a Darwin, igual hay que empezar a hacer corridas de linces y osos pardos para que no desaparezcan.

2 comentarios:

  1. En los conciertos de Rock se violan a menores y se hacen sacrificios humanos de niños de 3 a 5 años... que tonteria! es solo una forma mas de aislarnos en el gueto.
    Nosotros y la sala Rocknight apoyaremos a la causa y el 18 de Febrero tocaremos en Alcala donde se permitira la entrada a menores acompñados de un adulto.

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  2. Chica, 16 años y fan incondicional de Marea.
    Chica de 16 años, fan incondicional de Marea que se quedará sin cumplir su sueño de verlos en directo hasta que tenga los 18.
    Chica que puede beber alcohol solo con pedirlo en un bar, chica que puede conseguir tabaco en 0.2.

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